Hasta hace unas pocas horas, no podría decir qué tenían en común mis amigos. Cómo definir a pocos, pero tan heterogéneos, difícil cuestión. Pero ante los últimos hechos, he concluido que un rasgo los caracteriza (aparte de la fidelidad y la honestidad, algo que no está muy de moda): son gente valiente. Y la valentía no se valora muchas veces. Preferimos las medias verdades, los velos sobre las confesiones... Pero no. Es tiempo de ser valientes.
A un par de ellos la vida les dio un golpe a bocajarro del que supieron salir adelante, el otro se hace fuerte en el mundo empresarial a base de echarle huevos, la otra sobrevivió a situaciones difíciles también sin ocultar nada, una quinta se unió hace poco a mí pero, con todo, me defiende como si me conociera desde el primer día. Y, lo que es más elogiante para ella y criticable para otros, se comportó como cabía esperar de otros. Quedan aún un par de Amigos por reseñar cuya valentía pasa por apoyarme, por ver la situación tal y como es, sin maquillarla lo más mínimo. Apoyo es lo que necesito. Lo habré hecho bien, mal o regular, pero no quiero sentirme solo, y que el vacío que pretenden hacerme lo sea menos.
A todos ellos, gracias. Y a los que se presumían amigos, también gracias, por desvelarse, ellos quienes juegan siempre al velo, a ocultar, a mentir, a fingir ser otros (paradoja, eso de lo que a mí me acusan).
Pero, sobre todo, gracias a mis amigos por cumplir la máxima de la complementaridad y de poder aportar a la vida lo que yo no tengo, valentía. Gracias, encore une fois.
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martes, 1 de diciembre de 2009
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